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SÓLO FALTÓ QUE SONARA “LA MARSELLESA”

Cremà de las fallas de Na Jordana, 2013

"Los organizadores de la falla se resistían. Había que esperar a que cerrase la noche. Pero la muchedumbre estaba dominada por esa impaciencia que, entre gente levantina, basta que sea manifestada por uno para que los demás se sientan contagiados...

(…) La música rompió a tocar, chillaron los cornetines, sonaron el bombo y los platillos como una tempestad lejana, y por toda la plaza se esparció un ambiente de bienestar, reflejándose en los rostros”

De forma muy parecida a aquella que describe Blasco Ibáñez en su novela "Arroz y tartana", Na Jordana, asistió a la quema conjunta de las fallas grande e infantil de su proyecto común "Odisea". Más puntuales que nunca y minutos antes de la media noche, niños y mayores despedían el ejercicio, bailando alrededor de la falla, los acordes de la banda de Rafelbuñol que les había acompañado en desfiles y pasacalles los días de fiesta mayor. Se recuperaba así una centenaria y popular tradición fallera, de la que han dejado constancia novelistas, dramaturgos y periodistas del ochocientos y del novecientos, como es la de saltar el fuego con acompañamiento musical en la pira.
Asistido por los bomberos, Juan Rodrigo, "El Traca" había terminado de colocar la pólvora para que los cadalsos ardieran según lo previsto. Y así fue, Marta, Inés y Pedro, prendieron fuego a la traca que hizo que ante los ojos de Atenea, la visión más infantil y didáctica de las aventuras de Ulises se consumiera poco a poco. Después fue el ingenioso y elegante utillaje de guerra, el motivo que comenzó a arder desde la cola hasta las crines y lo hace poco a poco, de forma limpia, pura y catártica, desde las entrañas a la parte más superficial de esa epidermis de madera simulada varilla a varilla, hasta que todo el mítico conjunto se consumió.

Poco después, Pedro Borrego, antes de que ardiera toda Troya, emocionado y satisfecho, brindó ante falleros y asistentes por cenit de un ejercicio mítico en la historial de NA JORDANA, un ejercicio presidido por dos monumentos que, como la obra que los inspiró, se convirtieron desde el momento en que los plantaron en dos clásicos de referencia obligada para el mundo de las fallas.

Recordar: hemos sido defensores del valor estético intrínseco de la madera, hemos sido pioneros en hacer de la planta un acto de interés común para toda la ciudadanía, hemos sido pioneros en reivindicar la dignidad y el encanto de un acto como la cremà. Quizás dentro de poco, de muy poco-como suele ocurrir-los méritos se los apunten otros. Apenas aquellos que han tratado de apagar o desacreditar nuestros esfuerzos. Con todo, esa historia todavía está por escribir y ... como decía mi abuela: "el que va delante, va delante".

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